La historia de la muñeca o la figura en miniatura vestida, ha estado ligada desde sus inicios a la moda, haciendo de este objeto un elemento importante para relacionar el contexto histórico y social del que es originario. La muñeca como tal, no era en su origen un juguete para niños, sino un anuncio en miniatura del estilo de vestir y un muestrario a pequeña escala para promover la moda de un país a otro.

Desde el siglo XIV, se tiene constancia del uso de las muñecas y de maniquíes a tamaño natural, que eran enviadas por las cortes francesas o inglesas como muestra de buena voluntad, obsequio y coleccionismo. A partir del siglo XVII, siendo Francia el país que marcaba las tendencias en moda, las muñecas eran el mejor soporte para mostrar los diseños de vestidos y adornos que más auge y popularidad tenían en el país galo.

La variedad de estilos, materiales y decoración a lo largo de los siglos y su conservación, pero sobre todo desde el siglo XIX en que despega su popularidad, hacen de las muñecas, una forma de arte menor con el que investigar los usos y costumbres sociales a la hora de vestir en épocas pasadas, y a la vez, un objeto preciado de colección.

Los materiales más comunes de las muñecas eran madera, papier mâché, la llamada composición, cera y las más conocidas de biscuit y porcelana o celuloide. La fragilidad de los componentes que las adornan, muchos de ellos hechos de fieltros y telas, unido a que gran parte de las muñecas eran usadas como juguete en manos de niños, ha hecho que su conservación haya sido complicada para llegar a hoy en día en un estado idóneo.

Las primeras muñecas de madera comienzan a fabricarse en Inglaterra entre el siglo XVII y XVIII. En Alemania y Austria, serán populares las conocidas como muñecas “Grödnertal”, de la zona del Tirol Austríaco, desde el siglo XVII hasta el XX. Aunque su calidad e interés de fabricación comienza a perderse en el siglo XIX por la llegada nuevas técnicas, lo accesible y abundante del material hizo muy comunes las muñecas de madera cuyas cabezas iban realizadas en una sola pieza, con el torso, brazos y piernas articulados y en algunos casos con los dedos de las manos tallados. Las caras podían ir pintadas, incluidos los ojos, o éstos estar realizados en esmalte o vidrio.

En 1862 Estados Unidos comienza la producción en serie de muñecas de madera con revestimiento de composición, manos y pies metálicos, y elaboradas articulaciones, las llamadas muñecas “Springfield”. Pero será el alemán emigrado Albert Schoenhut, famoso por sus pianos de juguete, el que irá introduciendo cambios en las estructuras de los juguetes y muñecos de madera, para así conseguir su durabilidad. En 1902 compra la patente de animales de juguete unidos con diferentes piezas al inventor Fritz Meinecke, dando lugar al “The Humpty Dumpty Circus” uno de los juguetes más importantes de su compañía. A partir de 1911, eliminará los cables elásticos con que se unían las extremidades del muñeco, y los sustituirá por bisagras y muelles, dando una mayor calidad y consiguiendo que fuese mucho más resistente en manos de los niños.
Muñecas de papier mâché

El papier mâché, ya era utilizado en Francia en el siglo XVI para la construcción de muñecas, pero su auge se dará entre 1810 y 1870 en Sonnenberg, Alemania, gracias a la eliminación de la producción manual realizándose por el método de presión.
Las cabezas-hombros iban cosidas al cuerpo de la muñeca, cuyas extremidades estaban realizadas en cabritilla, y el pelo podía ser natural, haciendo forma de peluca elaborada, dependiendo siempre del estilo de la muñeca. Las muñecas alemanas de papier mâché, no llevaban marca de fábrica como ocurría con las de fabricación estadounidense, y las caras estaban decoradas con ojos de vidrio, bocas abiertas y dientes de bambú. En Estados Unidos, a partir de 1910, la compañía EFFanBEE, se dedicará a la creación de muñecas niña y muñecas bebé de rasgos realistas.
Habitualmente las bocas eran cerradas con forma de corazón, y en algunos casos, enseñando solo cuatro dientes. Posteriormente, irían creando complementos y vestuario para los más de 100 modelos diferentes de muñecas que la compañía llegó a tener en su catálogo.
Muñecas de cera

La cera, se utilizó para recubrir primero, las cabezas de papier mâché y posteriormente en la segunda década del siglo XIX, el material de composición. Inicialmente la cara de la muñeca se pintaba sobre el papier mâché y luego se recubría de cera, dejando este sistema para pasar a pintar las caras directamente sobre la cera. Estas muñecas estaban dirigidas sobre todo a familias pudientes, puesto que lo delicado del material de cera hacía que la muñeca fuese costosa y de realización artesanal.
El auge de estas muñecas se dio entre 1820 y 1880, en Alemania, Francia e Inglaterra, donde el mejor exponente de muñecas de cera fue el de Madame Montanari y la familia Pierotti, superando en calidad a los acabados de las muñecas las alemanas. Montanari recubría las muñecas de cera con muselina para un acabado más fino, denominándose a estas “muñecas de trapo”. El cuerpo era realizado de igual forma que en las muñecas de madera o papier mâché, cosida la cabeza-hombros al cuerpo de tela relleno con extremidades de cabritilla o con madera pintada. En las muñecas de cera, eran características las llamadas cabeza de “calabaza”, anchas y con pelo natural, y las de “gorro”, éstas con el pelo moldeado directamente en la propia cera.
Muñecas de porcelana

Las muñecas de porcelana comenzaron su fabricación en la primera mitad del siglo XIX, sobre todo a partir de 1830. Su popularidad aumentó hasta 1850 aproximadamente, en que el biscuit empieza a extenderse ganando en aceptación, puesto que el tono y acabados son mucho más finos, rosados y delicados en las caras de las muñecas que los de la porcelana, que son de tez más blanquecina.
Alemania y Francia fueron los grandes fabricantes de muñecas de porcelana y la composición de la figura seguía siendo similar a como se venía realizando hasta ahora en otros materiales: la cabeza-hombros o cabeza sola, brazos y piernas realizados en porcelana o biscuit, y el cuerpo en madera, tela o cabritilla que se cosían a la cabeza-hombro por medio de unos agujeros realizados en el material porcelánico. Habitualmente las cabezas, solían ser giratorias en el biscuit, pero no en la porcelana, esto facilitaba la creación de modelos de muñecas con dos o tres caras giratorias, que sonreían, estaban tristes o durmiendo.
La popularidad de las muñecas de porcelana hizo que pasasen de ser un objeto artesanal a una industria, como ocurrió con las artes aplicadas desde mediados de siglo XIX. Alrededor del fenómeno de las muñecas y su popularidad, surgen una serie de actividades que escapan del simple muñeco infantil. El comercio entre países como Inglaterra, Francia, Alemania y Norteamérica, hace que la producción tenga una demanda fuera del circuito tradicional-artesanal, y propicia la creación de asociaciones empresariales de producción, así como la patente de los fabricantes de nuevas investigaciones en la evolución mecánica de los muñecos. La participación en exposiciones universales como parte de la industria de los países representados, era el gran escaparate al público de los nuevos objetos y adelantos industriales, así como la creación del marketing publicitario para fomentar la oferta de nuevos modelos y creaciones de muñecas.
En Francia, la presión de la demanda de muñecas para su venta en los grand magasines, hacía que los fabricantes creasen nuevos modelos y ajuares con que acompañar a la muñeca, todo ello dirigido a la nueva burguesía emergente desde mediados de siglo, y tan pendientes de la moda que constantemente se renovaba.
Siendo como era París la capital del buen gusto y la elegancia, -cuestión ampliamente fomentada desde la corte napoleónica-, las muñecas francesas fueron el modelo para todos los fabricantes de muñecas europeos. Esta gran demanda, no solo afectaba a la producción de muñecas dentro del país, también se vio impulsada por la competencia de modelos entre los países fabricantes dominantes, por lo que para distinguir calidades y fabricantes, se comienza a “sellar” a las muñecas con un distintivo y a registrar las marcas de fabricación de las muñecas.
La muñeca francesa no solo era reconocida por su gran calidad, lo era además, por lo atractivo de los vestidos que la complementaban y sus adornos. Realizados en seda, satén o algodón, eran reflejo de la moda de la época con elaborados detalles en cuanto a encajes y lazos, así como complementos de bolsitos, sombreros, zapatos y medias sobre los pies de dedos moldeados. Las muñecas vestían como las niñas de la edad que representaban, que habitualmente oscilaba entre el bebé de cuna y la niña de 7-8 años que ya comienza a vestir como una señorita de la época.
La rivalidad de fabricantes franceses y alemanes, -éstos últimos grandes creadores de cabezas que luego vendían a otros fabricantes-, hizo que los jugueteros franceses formasen en 1899 un consorcio de fabricantes: la Société Francaise de Fabrication des Bébés et Jouets (SFBJ), bajo cuyo sello realizaron muñecas los más importantes jugueteros como Jumeau, Steiner o Bru Jne & Cie. Consecuentemente la muñeca de porcelana y el juguete infantil para clases acomodadas, llega a ser accesible a clases menos elitistas y por extensión, la calidad del producto, que anteriormente era una creación artística cuidada, deja de serlo por la producción en serie.
Principales fabricantes
Pierre François Jumeau funda a mediados de siglo XIX su primera empresa de muñecos en París con escasos medios. Las primeras muñecas estaban realizadas en papel maché o en cera sobre papel maché. En lo precario de sus comienzos, al no tener horno para porcelana donde procesar las cabezas, las entregaba a empresas alemanas, que en aquel momento estaban más desarrolladas en la industria del juguete artesano o a los franceses Barrois y Gaultier.

Estos primeros muñecos destacaban por sus cabezas redondas de ojos de cristal, con la boca abierta y dientes, que aunque no eran especialmente bonitos, supusieron una gran novedad en su momento.
A partir de 1867 Emile hijo de Pierre, se hará cargo de la empresa familiar evolucionando el concepto de muñeca. En esto tuvo mucha influencia su esposa, que introdujo el diseño de los trajes de las muñecas, por lo que a la calidad del objeto, se sumó el lujo y el delicado trabajo de las telas con los mejores materiales inspirados en las últimas tendencias de moda. Se amplía el vestuario con zapatos, sombreros y

accesorios de todo tipo, que incluían desde carritos de bebé hasta joyas, creando todo un universo único al alcance de los más pudientes.
El uso del biscuit para las caritas de las muñecas, supuso el aumento de la calidad de la figura, con un aspecto mucho más aristocrático: las bocas en forma de corazón, grandes ojos de cristal con finas pestañas pintadas y el cabello en rizos, -realizado primeramente en mohair y posteriormente en pelo humano-, hicieron de las muñecas Jumeau un éxito y un modelo a seguir.
No solo el exterior de las muñecas era exclusivo, los cuerpos estaban conformados con brazos y piernas de madera articuladas, con lo que se conseguía ladear el cuerpo y la cabeza mediante un resorte, dando más expresividad al cuerpo. El estatus que estas muñecas tenían entre el público selecto, las hacía objeto de coleccionismo, por lo que cada muñeca llevaba un sello en su cuerpo, que garantizase la autenticidad de la pieza.
El reconocimiento de las muñecas de la casa Jumeau se dio en las exposiciones universales de París de 1867, con la medalla de plata, y 1878 de París, con la medalla de oro; en 1879 en Sydney; 1880 en Melbourne, y en 1885, en la exposición de Amberes donde gana el Diploma de Honor, traspasando el significado de simple juguete, al de objeto precioso.
La competición de la industria alemana, de menor calidad y coste, obligó a la casa Jumeau a unirse a la SFBJ, con la que pudo realizar sus series de muñecas intentando mantener la calidad del producto, llegando incluso a realizar muñecas parlantes, pero la calidad de las porcelanas y los vestidos ya no alcanzaron los estándares tradicionales que Jumeau había mantenido durante más de veinte años, gracias a su sistema artesanal de producción.

Jules Nicholas Steiner, fue otro de los jugueteros representantes de la edad de oro de las muñecas. Su producción abarca desde 1855 a 1908. Descendiente de familia de fabricantes de autómatas, se une a esto su oficio de relojero y el interés por los mecanismos, que añadió a los brazos, piernas y cabezas en las muñecas, e incluso logró que lo muñecos hablasen diciendo “papá” y “mamá”. Como era habitual en las firmas jugueteras, las cabezas las compraba a otros fabricantes de porcelana bizcochada, lo que ha hecho que a Steiner se le considere un ensamblador más que un fabricante de muñecas, lo cual no es cierto del todo, debido a la cantidad de invenciones mecánicas que realizó para estos juguetes. A esta particularidad mecánica y musical de los muñecos, se añade su habilidad para anunciarse y publicitarse, alejándose del tradicional fabricante juguetero. Registró patentes de todo tipo, como en 1863 con la muñeca habladora, y fue el creador de la muñeca que baila y el bebé que llora y patalea, por el que ganó la medalla de plata en la Exposición Internacional de 1878 conjuntamente con Bru, Galtier y Schmitt, su eterno rival Jumeau, se hizo con la medalla de oro.
A partir de 1890 patenta el bebé primeros pasos y el bebé irrompible, además de la creación de cabezas con diferentes fisonomías. El bebé irrompible estaba formado por bolas que articulaban las extremidades y ojos que se movían. Estos ingenios le llevaron a ganar de nuevo una medalla, esta vez la de oro en la Exposición de París en 1889. Steiner finalmente se convertirá en abastecedor de otros fabricantes franceses ya asentado en su producción y prestigio con sus productos estrellas: el bebé que llora y patalea, las muñecas articuladas y las que bailan el vals. Otra característica de los famosos bebés de Steiner es que se vestían a la francesa o a la manera de los países pertenecientes al protectorado francés, así se crearon los bebés mulatos, negros u orientales, y los llamados “bebés de carácter” dirigidos a la clase burguesa emergente.
Kammer & Reinhardt

La compañía alemana que vivió también la edad de oro de las muñecas entre 1886 y 1932, en sus inicios, realizaba las muñecas en cera para pasar posteriormente a realizarlas en biscuit. Estas muñecas se caracterizaban por un realismo mayor que las francesas de rasgos más idealizados y perfectos. Las alemanas se alejaban del hieratismo para representar en sus cabeza articuladas gestos y expresiones propias en bebés, muñecas con miradas expresivas o simulando movimientos faciales, con bocas abiertas con dientes o cerradas, además de vestir a los juguetes con diversas profesiones.
Aunque lo más característico de la marca, son los bebés gestuales con bocas de diversos tamaños, el cuerpo formado por cinco piezas imitando el cuerpo de un bebé real, siendo todos estos cuerpos iguales, algunos fabricados en tela y otros con cuello de cornisa. Otra característica de la muñeca alemana a partir de la década de los diez del siglo XX, es la cabeza con ojos grandes y redondos, y la sonrisa “de sandía” en muñecas que pasaban de la edad de bebé, lo que las aleja del característico estilo francés anteriormente descrito, de muñecas vestidas con aspecto de señorita.
A partir de 1918, Kammer & Reihnard se unirán al fabricante de cabezas Simon & Halbig, que eran quienes habían fabricado las cabezas de las muñecas para la marca alemana, e incluso para los muñecos autómatas franceses, realizando también cabezas para la famosa casa Jumeau. Simon & Halbig marcan en las cabezas el tamaño en centímetros que medía el muñeco, lo que sirve de guía dentro del mundo de la colección de muñecas de porcelana, si el cuerpo es el auténtico o fue cambiado posteriormente.
El muñeco Kewpie

Kewpie era un modelo de muñeco surgido de las historietas ilustradas de la dibujante Rose O´Neill en 1909, diferente por completo a las tradicionales muñecas de porcelana. La fama del personaje, un bebé cupido con cabeza redonda, mofletes sonrosados, grandes ojos abiertos, un mechón de pelo puntiagudo, con un corazón en el pecho y pequeñas alitas, hizo que en 1912 se comenzase la fabricación del muñeco por el fabricante alemán Kestner.
En sus inicios, Kewpie se realizaba en biscuit, y a partir de la década de los años veinte se comienza a fabricar en material de composición y celuloide, pasando por diversos fabricantes y materiales hasta hoy en día. A pesar de los años en que menguó su popularidad -a mediados de siglo XX-, e incluso pasando por la fabricación japonesa sin licencia del muñeco, las reproducciones del original de Kewpie por la empresa Jesco y Cameo Co, volvieron a popularizarlo.
Los Kewpie comenzaron a elaborarse en tamaños mínimos hasta el tamaño normal de muñeca tradicional de porcelana, alrededor de 43 centímetros, con las piernas juntas y los brazos articulados, para ir renovando modelos en actitudes y poses. Los primeros muñecos Kewpies fueron supervisados por la propia autora pues no quería que el espíritu del muñeco y su fisonomía se desvirtuase, llegando a firmar diversas series de ellos, tanto los modelos de biscuit como los de composición.
La popularidad del Kewpie traspasó la del simple muñeco, a toda una creación de objetos dirigidos al público infantil, como platos, jabones o papelería entre muchos otros. Debido a este éxito de público de todas las edades, Rose O´Neill utilizó al personaje para ilustrar propaganda y carteles en favor del sufragio femenino, así como la fabricación del Kewpie en diversas poses divertidas del bebé, tal y como aparecía en las historietas.
Teresa Montiel Alvarez